viernes, 7 de septiembre de 2007

Caidas Tontas...Consecuencias Graves


Articulo Original de la pag. amigosdelciclismo

Esta semana te contaremos una historia, como se diría en una película, basada en hechos reales. Uno de nuestros lectores nos ha enviado la crónica de una “caída tonta” en bici, con consecuencias físicas bastante graves. ¿Te has planteado algún día la posibilidad de hacerte daño de verdad? ¿Volverías a montar de la misma forma? Si verdaderamente fuésemos conscientes de lo que nos puede pasar al salir de casa, estoy seguro de que no saldríamos a la calle. Pero claro, esto podría implicar pudrirse en el sillón viendo la tele, cosa no muy sana, por lo que también estarías en peligro. David Pinilla nos lo cuenta en primera persona.



Esta es mi historia.


La historia de una caída tonta, de esas que nunca nos van a pasar. Y menos en el mejor momento. No, decididamente nunca nos va a pasar algo así…. ¿O sí? He quedado con un amigo que no acostumbra a montar en bici. De los que salen de pascuas a ramos y no tiene demasiado nivel. La mañana se avecina sosa y algo ñoña, pero seguro que es mejor plan que no montar en bici. - “Eso está bien” –pienso, mientras me queda un buen sabor de boca por el hecho de que esta vez no seré yo quien vaya con la lengua fuera. Como cualquier día, voy bien pertrechado. El casco por encima de todo, guantes, botas y lo que haga falta. Además mentalizado de que debo ir siempre con los cinco sentidos alerta. - “Gasta cuidado…”, -decía mi abuela mientras me ve salir de casa. Como siempre, trato de no relajarme nunca encima de la bici, ni porque la ruta se adivine fácil, ni porque hoy no vaya a haber muchos peligros. ¡Nunca bajar la guardia! ¡Nunca bajar la guardia! Al principio vamos bien, alegres, contentos, además de -por una vez-, yo voy sobrado de facultades.



Pero hoy el destino me está esperando. Murphy, el del garrote, me ha visto con malos ojos esta mañana. Llega el momento en que me aburro de tanta pista y del ir al ritmo que te marca la compañía. La poca paciencia, y ¡mira que me lo han dicho veces! El caso es que llega en el camino una bajada muy fácil, voy a unos 35 km/h y aparece delante de mí un montículo. Se puede subir y bajar sin dificultad aparente, sin dar pedales, pero es un pequeño aliciente. ¡A por él!
Pero algo he calculado mal, porque el “saltito”, o no es tan pequeño o no es tan grande, o yo que sé, pero la situación se torna en no controlable. Resulta que caigo mucho más allá de lo que pienso. Pero además, con tan mala suerte de aterrizar en la parte de subida del montículo
Me encuentro en el suelo, como tantas veces, pero en esta ocasión me siento mal. Algo no ha ido bien. Algo no ha sido como siempre.


Me levanto y le digo a mi compañero de salida que me he roto un brazo. Hago el ademán de cogérmelo con el otro y me digo: ¡¡pleno!! ¡Me he roto los dos!
A partir de aquí hay momentos que no recuerdo con nitidez plena. Recuerdo sentarme en el suelo, también decirle a mi compañero que llamara a una ambulancia, que me dolían mucho los brazos, a ratos más y a ratos menos.


Le digo también que me quite el casco, que está con la visera arrancada y muy tocado. Probablemente me ha salvado de algo peor aún. También tengo frío, bastante frío. Estamos en octubre y ya empieza a refrescar… - ¿Cuánto hace que pedimos esa ambulancia?... Mientras llega (dónde se habrán metido), me da tiempo a pensar en todas las veces en las que me he metido solo por lugares donde jamás había estado antes y que –quizá- no mucha gente conozca. Llega mi mujer e intento no preocuparla. Al verle la cara el que se preocupa soy yo... Me estoy asustando mucho… - ¡Dios! ¿Viene esa ambulancia?



¿Hasta aquí bien? ¿Puedes seguir leyendo? Me refiero a que si te has puesto ya en mi piel... Finalmente llega la ambulancia. Hacen su trabajo lo mejor que pueden (o saben) –eso me lo guardo para mí, como penitencia-, y me trasladan al hospital. Allí los médicos comienzan a evaluar el alcance de las lesiones y en lugar de tranquilizarme, me empiezo a asustar mucho, mucho... Hay que irse al quirófano… Abro los ojos…, la habitación… Llegan las visitas, las caras de consternación y el tiempo para pensar en lo que pasó, lo que no pasó y lo que pudo haber pasado. Mucho tiempo, muchas visitas, muchas caras de lamento. Se agradecen las visitas, sí. Pronto, la llegada de la realidad. Tengo los dos brazos escayolados. No valgo para nada. Para nada de nada. No puedo hacer nada por mi mismo.



Pasan los días, más visitas, más caras de consternación, más dolores y más ayuda. Me quitan la primera escayola. Comienza la rehabilitación, los dolores y empiezo a volver a ser yo. ¿La bici? Ahí, en el garaje. Está tal y como la recogieron del lugar del accidente. Pasan las semanas. Afortunadamente todo parece ir bien, los brazos responden, y -dentro de la gravedad de la lesión- no ha habido lesiones adicionales en las articulaciones. Las múltiples fracturas sueldan bien, salvo un hueso que da un poco de guerra. - “Necesitarás otra operación, pero por lo demás, la cosa marcha”. Mientras oigo eso, pienso que habrá que seguir poco a poco... Van seis meses. Y mientras, mucho tiempo libre. Tiempo para pensar y pensar... ¿Cómo fue?, ¿Qué falló?, ¿Habrá más bici?



Decido vender mi bici, no porque tenga malos recuerdos ni piense que ella fue la responsable de la caída, no, es por pura terapia. Un recurso para quitarme el síndrome de abstinencia, mientras me recupero. Ya me entretendré en montarme otra nueva bici a piezas (de diversas procedencias). Todo llega. El tiempo no se detiene. Llega un día en que tengo la nueva bici montada y salgo a la calle a probarla, aun habiéndome dicho el médico que, de momento, “cero bici”. Casi se me caen las lágrimas. Más de 4 meses. Un dolor de brazos casi insoportable. - “Bueno, ya llegará el momento en el que los tenga más fuertes” –pienso. Poco a poco, las lesiones han ido curando y cuando leéis estas líneas ya monto en bici regularmente. Con algún dolor y con muchas precauciones. El hecho de vestirme de romano es una liturgia que me hace sentir un poco ciclista por el solo hecho de ir ataviado de manera diferente a los demás.



Al campo! Con más miedo que vergüenza y con dolores musculares donde antes ni sospechaba que existieran músculos. Muchas, muchísimas dudas de si algún día volveré a ser el mismo, el mismo “zarpas” que se arrastraba por los caminos como el que más, pero que disfrutaba como un gorrino en un charco de cualquier minuto que pasara encima del querido flite. Casi lo único que ha sobrevivido a la compra-venta-cambio de bici.



También me doy cuenta (con horror) de que la lycra estira lo suyo, pero que es poco agradecida con las curvas que han ido adornando mi cuerpo durante los meses de inactividad, aunque esto carece de importancia. En fin, todo es una duda muy grande, pero que poco a poco se va despejando. Casi sin darme cuenta, ya estoy apuntado a Ronda 2006 y monto en bici con asiduidad y cada vez con un poco menos de miedo.



Todo esto te hace pensar, -por lo menos a mí-, que al fin y al cabo esto es un deporte de riesgo (suena importante ¿verdad?) y también que te puedes hacer daño (y mucho), sin ser un “pro”, un tipo importante. Mientras pasa el tiempo, luzco unas protecciones en los brazos que son y van a ser durante un buen tiempo la risa del Perro´s Team y adláteres.


Hace ya 500 días de aquella caída, y sólo un montón de cicatrices por mis brazos me recuerdan aquello cada día. Los brazos van poco a poco recuperando sus fuerzas y yo poco a poco también voy aumentando la confianza en ellos. La bici bien. Cada día mejor, rodando ya con todos y con la impresión de que lo peor ya ha quedado atrás. Pero no siempre tuve esa impresión. Un saludo desde aquí a todos los que me han ayudado en este tiempo a superar este golpe.



Saludos cordiales...

jueves, 6 de septiembre de 2007

Sobreviviendo al trafico...



No todos podemos hacer siempre idílicos paseos en el bosque, en determinado momento tenemos que hacer uso de nuestra bicicleta en la ciudad. Existen una serie de precauciones, todas de sentido común encaminadas a garantizar nuestra integridad circulando con el tráfico. Conviene siempre circular por calles secundarias o de poca circulación, si no puede evitarlo es mejor estar consciente que en las grandes ciudades, como ciclistas no contamos prácticamente con ningún derecho y que priva la ley de la jungla, o sea la del mas fuerte… nunca de por hecho que ya lo vieron, conduzca con extremada preacaución y si tiene que detenerse y esperar para superar un tramo peligroso, no dude en hacerlo. Le recomendamos visite el sitio PEDALIBRE que tiene un artículo muy interesante sobre posibles accidentes de tráfico como atropellamientos y la manera de evitarlos, el título es: "CICLISMO SEGURO --Cómo prevenir diez situaciones arriesgadas--" además también le ofrece información acerca de la Seguridad Vial y otros artículos de interés, la dirección es la siguiente: http://www.pedalibre.org/ciclismo_seguro.htm